Experimento 2: Trump

Sigue de ayer: Experimento 1: Milei

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Más que MAGA, mega. Cuando se generan controversias sobre en qué coinciden Donald Trump y Javier Milei para colocarlos en el espacio ideológico común, emerge la diferencia en sus políticas económicas; en el caso del primero, ultraproteccionista; y en el segundo, por lo menos en el discurso, ultraperturista. Al punto de que muchos, Guillermo Moreno aún hoy y Cristina Kirchner tímidamente al comienzo de la primera presidencia del norteamericano, asocian a Donald Trump con las políticas económicas del peronismo clásico: proteccionista y nacionalista.

Una buena síntesis de esta posición es una de las dos imágenes que ilustran esta columna, la de Cristina Kirchner con el gorro con la inscripción “Make Argentina Great Again” que grafica la nota del director para las Américas de la consultora de riesgo político Horizon Engage, Marcelo García, ayer en el Buenos Aires Times de los sábados en PERFIL titulada “Can Cristina Fernández de Kirchner be the next Donald Trump?”, donde se reflexiona de un eventual regreso de CFK al estilo de Trump en 2027 superando sus causas judiciales.

Pero lo que esencialmente tienen en común Donald Trump y Javier Milei, que explica por qué tantos analistas los colocan dentro de la misma categoría de la taxonomía política, tiene que ver con su megalomanía, su mega y no su MAGA. Lo que los lleva a realizar experimentos económicos que contradicen el consenso de la ciencia actual. Es su megalomanía lo que hace al norteamericano querer cambiar el orden económico mundial y al argentino aspirar al Premio Nobel con un plan financiero más que económico que ya comenzó a revelar sus inconsistencias.

Esa autopercepción de magnificencia les permite avanzar plenos de certezas en experimentos de consecuencias desconocidas y temerarias. La segunda imagen que ilustra esta columna es la tapa de The Economist mostrando a Donald Trump que serrucha a Estados Unidos, una autoinflingida motosierra, parafraseando negativamente el eslogan de Libetarion Day por Ruination Day. En el caso del norteamericano, mucho más gravoso porque afecta a la economía de todo el planeta que tuvo estas últimas 72 horas hábiles el peor comportamiento en décadas.

El remedio que Trump aplica para que Estados Unidos pase a ser más beneficiado con el sistema de intercambio de comercial mundial parte de dos simplificaciones: 1) el aumento de inflación que producirá el incremento de tarifas a la importación de bienes consumidos en Estados Unidos y que hará perder capacidad de consumo a las familias norteamericanas será compensado con reducciones de impuestos: pagarán más ciertos productos, pero pagarán menos impuestos internos. 2) Como la baja de impuestos beneficia a quienes más pagan impuestos, se produce originalmente una trasferencia de riqueza de la mayoría de la población norteamericana hacia la minoría más rica, pero eso se compensaría porque las empresas incentivadas por la baja de impuestos aumentarán la inversión, lo que generará más y mejores empleos beneficiando a la mayoría de la población.

Como se sabe, la economía, al ser una ciencia social resultado de infinitas interacciones, es muchas veces contraintuitiva. Por ejemplo, Tax Foundation, que publica anualmente el State Tax Competitiveness Index, pronosticó más pérdidas de puestos laborales que incrementos por el aumento de aranceles.

La reducción impuestos de Trump en 2017 del 35% al 21% del impuesto a las ganancias hizo que el 20% más rico recibiera el 65% de los beneficios y, en la mayoría de los casos, que las empresas invirtieran esas ganancias en recomprar sus propias acciones en lugar de expandir su producción.

Los argumentos en contra se podrían sintetizar en: 1) Las guerras comerciales desaceleran el crecimiento mundial y desestabilizan las alianzas internacionales, vacío que facilita a China fortalecer su liderazgo al ofrecer acuerdos alternativos a los perjudicados por EE.UU. 2) Aumenta la desigualdad económica generando más polarización interna y externa. 3) Imprevisibilidad: la disrupción de la cadena de suministros mundiales genera caos empresarial, y la falta de reglas claras paraliza decisiones por efecto de la incertidumbre regulatoria. 4) Fragmentación: la pérdida de cooperación mundial perjudica el bienestar global, porque hay problemas comunes a todos, pero también perjudica la imagen de ética de Estados Unidos; el liderazgo nunca es solo fuerza, sino también prestigio. 5) Debilitamiento de las instituciones democráticas y un retroceso geopolítico de la nación y la economía más exitosa y admirada del planeta.

The Economist califica los aranceles de Trump como “el error económico más profundo, dañino e innecesario de la era moderna. Su Día de la Liberación anuncia el abandono total de Estados Unidos del orden comercial mundial y la adopción del proteccionismo. La pregunta para los países que se recuperan del vandalismo insensato del presidente es cómo limitar el daño. Una fórmula que toma el déficit comercial bilateral de Estados Unidos como porcentaje de los bienes importados de cada país y lo reduce a la mitad es casi tan aleatoria como gravar con base en el número de vocales del nombre del país”.

Vivir con lo nuestro. Volviendo a la comparación de Donald Trump con cierto filoperonismo, la idea de un Estados Unidos que pueda ser autosuficiente y no necesita depender del comercio internacional podría tener algún punto de contacto con el clásico libro de Aldo Ferrer titulado Vivir con lo nuestro que se publicó en 1983, recién recuperada la democracia. Aquella de Argentina era una propuesta defensiva frente a las dificultades, pero en el caso de Trump es un aislacionismo ofensivo autopercibido como virtud propia del poderío.

Y volviendo a la comparación con nuestro actual presidente, así como Milei cree que Argentina tuvo su mejor momento a fines del siglo XIX, Trump también cree que Estados Unidos fue más grande a fines del siglo XIX. Dice The Economist: “Su interpretación de la historia está al revés. Durante mucho tiempo ha glorificado la era de aranceles altos e impuestos bajos sobre la renta de finales del siglo XIX. De hecho, los mejores estudios demuestran que los aranceles perjudicaron la economía de aquel entonces. Ahora ha añadido la extraña afirmación de que la eliminación de los aranceles causó la Depresión de la década de 1930 y que los aranceles de Smoot-Hawley llegaron demasiado tarde para solucionar la situación. La realidad es que los aranceles empeoraron mucho la Depresión, tal como perjudicarán a todas las economías actuales”.

Otra comparación divertida ahora con Guillermo Moreno de la propia The Economist: “Insistir en un comercio equilibrado con cada socio comercial individualmente es una locura, como sugerir que Texas sería más rico si insistiera en un comercio equilibrado con cada uno de los otros 49 estados, o pedirle a una empresa que se asegure de que cada uno de sus proveedores sea también un cliente, tan irracional como que lo sea el comercio entre EE.UU. y cada país”. Era lo que Moreno siendo secretario de Comercio les exigía a los importadores.

Como dice el inefable Adorni: fin.

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